sábado, 27 de febrero de 2010

LA OPINION PUBLICA DE LOS EE. UU. ES CLAVE PARA LIBERTAD DE LOS CINCO


La Habana, 23 feb (PL) Los estadounidenses deben conocer hoy la grave injusticia que rodea el caso de los cinco antiterroristas cubanos, lo cual es la clave para que se haga justicia y puedan ser liberados.
Así afirmó en repuesta a un cuestionario de Prensa Latina, Gayle McLaughlin, alcaldesa de la ciudad de Richmond, California, y añadió que importantes causas políticas en su país "se han resuelto sólo cuando hay un apoyo masivo de la opinión pública, como sucedió con Angela Davis".
Por eso, sentencia, "la lección del trabajo entre los sectores más amplios del público norteamericano es extremadamente valiosa" en momentos en que se demanda un incremento de la solidaridad con Gerardo Hernández, Ramón Labañino, Antonio Guerrero, Fernando González y René González.
La primera vez que escuchó hablar sobre el caso fue a través del Comité Internacional por la Libertad de los Cinco, y entonces decidió comunicarse con otros alcaldes de California.Les habló sobre la cuestión humanitaria de visitas familiares, en especial por las violaciones que se comenten con dos de las esposas, Adriana Pérez y Olga Salanueva.
De ahí surgió la iniciativa de "junto a otros 12 alcaldes escribirle una carta al entonces fiscal general Alberto Gonzales, a quien le pedimos su intervención para el otorgamiento de visas a los miembros de la familia".
También recuerda que el pasado año presentó una resolución que "fue aprobada unánimemente por el Consejo de la Ciudad de Richmond".
En el texto pidieron la libertad de los Cinco, como son conocidos a nivel mundial estos hombres, encarcelados desde 1998 en Estados Unidos, donde cumplen largas y desmesuradas sentencias.
Como gobernante a nivel local preocupada por la justicia social, McLaughlin señaló que el caso atrajo de inmediato su preocupación y simpatía.
"En particular ...explica..., por la relación de 10 años de hermanamiento que tiene Richmond con la ciudad de Regla, en La Habana, lo que nos da aún más motivos para demostrar la solidaridad con nuestros hermanos y hermanas cubanos".
En respuesta a una pregunta sobre el actual discurso de la Casa Blanca, puntualiza que "desafortunadamente el presidente Barack Obama continúa la misma posición de George W. Bush sobre el terrorismo, pero no es sorprendente".
Y explica que la razón es "que por más de 50 años en las relaciones entre Estados Unidos y Cuba, tanto los presidentes republicanos como los demócratas han mantenido una posición hostil y agresiva hacia nuestros vecinos isleños".
Igual ocurre, sostiene, con la "guerra contra el terror, ambos partidos poseen mucho en común, principalmente en promover los intereses económicos y militares de Washington en ciertas regiones como Iraq y Afganistán".
Pero resulta "en extremo hipócrita que los líderes de Estados Unidos mantengan presos a los Cinco Cubanos cuando permiten que verdaderos terroristas como Luis Posada Carriles vaguen libremente por este país", apunta.
Ello prueba "que la guerra contra el terror no es en realidad para proteger al pueblo contra acciones que pudieran dañarlo, sino para mantener el control y el poder hegemónico de Estados Unidos", opina la alcaldesa de Richmond.
La triste ironía, añade, es que para lograrlo, mi país perpetra y apoya un número de acciones criminales tales como las cometidas por grupos extremistas del exilio cubano en Miami contra el pueblo de Cuba.
En cuanto a sus retos como alcalde en una localidad donde residen más de 100 mil personas plantea que son grandes, porque "tenemos una larga historia de injusticias sociales, económicas y ambientales para revertir".
Durante 100 años de dominación la refinería Chevron, de Richmond, ha impactado "profundamente la salud de nuestros residentes y nuestro planeta", añade.
Sin embargo, "contamos con una comunidad maravillosamente diversa, compuesta en su mayoría por una población afronorteamericana a la que se integran los latinos, muchos de los cuales son inmigrantes recién llegados".
Al preguntarle en qué radica su fuerza resume: "en mi opinión, en la confianza y el respeto por el pueblo de Richmond".
El interés de Gayle McLaughlin por la isla antillana comenzó cuando tenía 21 años, desde esa etapa de su vida comprendió que "la historia del pueblo cubano estaba enfocada en la lucha contra la opresión y la dominación".
Esto le hizo cuestionar "la imagen injusta que sobre Cuba representaban las instituciones de Estados Unidos como nuestro sistema de educación, los medios de comunicación y el status quo político".
La visita a la nación caribeña en 1986 con la Brigada Venceremos, fue "una experiencia transformadora", porque "el pueblo de Cuba tocó mi corazón, mi alma y mi mente", confiesa.
A mi regreso, apunta, me traje una comprensión visceral "más allá de mi entendimiento intelectual", de lo que significa ser parte de un mundo de cambio que pone al ser humano en primer lugar.

Escrito por Deisy Francis Mexidor.

DESDE EL CIBAO, FELIX JACINTO BRETON


A proposito del fallecimiento de Orlando Zapata Tamayo

¿Para quién es útil la muerte?
Toda persona muere inevitablemente. Es ley dialéctica. Sin embargo no todas las muertes tienen el mismo significado histórico. Por ejemplo, la muerte de un contrarrevolucionario o un mercenario al servicio de este o de potencias extranjeras tiene menos que una pluma, en cambio la muerte de un revolucionario o de un luchador por las causas justas, cualquiera que este sea, tiene más peso que una cordillera (Lao Tse).
Enrique Ubieta Gómez
La absoluta carencia de mártires que padece la contrarrevolución cubana, es proporcional a su falta de escrúpulos. Es difícil morirse en Cuba, no ya porque las expectativas de vida sean las del Primer Mundo —nadie muere de hambre, pese a la carencia de recursos, ni de enfermedades curables—, sino porque impera la ley y el honor.
Los mercenarios cubanos pueden ser detenidos y juzgados según leyes vigentes —en ningún país pueden violarse las leyes: recibir dinero y colaborar con la embajada de un país considerado como enemigo; en Estados Unidos, por ejemplo, puede acarrear severas sanciones de privación de libertad—, pero ellos saben que en Cuba nadie desaparece, ni es asesinado por la policía.
En la Patria de Marti no existen "oscuros rincones" para interrogatorios "no convencionales" a presos-desaparecidos, como los de Guantánamo o Abu Ghraib. Por demás, uno entrega su vida por un ideal que prioriza la felicidad de los demás, no por uno que prioriza la propia.
En las últimas horas, sin embargo, algunas agencias de prensa y gobiernos se han apresurado en condenar a Cuba por la muerte en prisión, el pasado 23 de febrero, del cubano Orlando Zapata Tamayo. Toda muerte es dolorosa y lamentable. Pero el eco mediático se tiñe esta vez de entusiasmo: al fin —parecen decir—, aparece un "héroe".
ZAPATA TAMAYO: UN MERCENARIO
Por ello se impone explicar brevemente, sin calificativos innecesarios, quién fue Zapata Tamayo. Pese a todos los maquillajes, se trata de un preso común que inició su actividad delictiva en 1988. Procesado por los delitos de "violación de domicilio" (1993), "lesiones menos graves" (2000), "estafa" (2000), "lesiones y tenencia de arma blanca" (2000: heridas y fractura lineal de cráneo al ciudadano Leonardo Simón, con el empleo de un machete), "alteración del orden" y "desórdenes públicos" (2002), entre otras causas en nada vinculadas a la política, fue liberado bajo fianza el 9 de marzo del 2003 y volvió a delinquir el 20 del propio mes.
Dados sus antecedentes y condición penal, fue condenado esta vez a 3 años de cárcel, pero la sentencia inicial se amplió de forma considerable en los años siguientes por su conducta agresiva en prisión.
En la lista de los llamados presos políticos elaborada para condenar a Cuba en el 2003 por la manipulada y extinta Comisión de Derechos Humanos de la ONU, no aparece su nombre —como afirma, sin verificar las fuentes y los hechos, la agencia española EFE—, a pesar de que su última detención coincide en el tiempo con la de aquellos.
De haber existido una intencionalidad política previa, no hubiese sido liberado once días antes. Ávidos de enrolar a la mayor cantidad posible de supuestos o reales correligionarios en las filas de la contrarrevolución, por una parte, y convencido por la otra de las ventajas materiales que entrañaba una "militancia" amamantada por embajadas extranjeras, Zapata Tamayo adoptó el perfil "político" cuando ya su biografía penal era extensa.
En el nuevo papel fue estimulado una y otra vez por sus mentores políticos a iniciar huelgas de hambre que minaron definitivamente su organismo. La medicina cubana lo acompañó. En las diferentes instituciones hospitalarias donde fue tratado existen especialistas muy calificados —a los que se agregaron consultantes de diferentes centros—, que no escatimaron recursos en su tratamiento. Recibió alimentación por vía parenteral. La familia fue informada de cada paso. Su vida se prolongó durante días por respiración artificial. De todo lo dicho existen pruebas documentales.
Pero hay preguntas sin responder, que no son médicas. ¿Quiénes y por qué estimularon a Zapata a mantener una actitud que ya era evidentemente suicida? ¿A quién le convenía su muerte? El desenlace fatal regocija íntimamente a los hipócritas "dolientes". Zapata era el candidato perfecto: un hombre "prescindible" para los enemigos de la Revolución, y fácil de convencer para que persistiera en un empeño absurdo, de imposibles demandas (televisión, cocina y teléfono personales en la celda) que ninguno de los cabecillas reales tuvo la valentía de mantener.
Cada huelga anterior de los instigadores había sido anunciada como una probable muerte, pero aquellos huelguistas siempre desistían antes de que se produjesen incidentes irreversibles de salud. Instigado y alentado a proseguir hasta la muerte —esos mercenarios se frotaban las manos con esa expectativa, pese a los esfuerzos no escatimados de los médicos—, su nombre es ahora exhibido con cinismo como trofeo colectivo.
Como buitres estaban algunos medios —los mercenarios del patio y la derecha internacional—, merodeando en torno al moribundo. Su deceso es un festín. Asquea el espectáculo. Porque los que escriben no se conduelen de la muerte de un ser humano —en un país sin muertes extrajudiciales—, sino que la enarbolan casi con alegría, y la utilizan con premeditados fines políticos.
Zapata Tamayo fue manipulado y de cierta forma conducido a la autodestrucción premeditadamente, para satisfacer necesidades políticas ajenas. ¿Acaso esto no es una acusación contra quienes ahora se apropian de su "causa"? Este caso, es consecuencia directa de la asesina política contra Cuba, que estimula a la emigración ilegal, al desacato y a la violación de las leyes y el orden establecidos. Allí está la única causa de esa muerte indeseable.
Pero, ¿por qué hay gobiernos que se unen a la campaña difamatoria, si saben —porque lo saben—, que en Cuba no se ejecuta, ni se tortura, ni se emplean métodos extrajudiciales? En cualquier país europeo pueden hallarse casos —a veces, francas violaciones de principios éticos—, no tan bien atendidos como el nuestro.
Algunos, como aquellos irlandeses que luchaban por su independencia en los años ochenta, murieron en medio de la indiferencia total de los políticos. ¿Por qué hay gobernantes que eluden la denuncia explícita del injusto confinamiento que sufren Cinco cubanos en Estados Unidos por luchar contra el terrorismo, y se apresuran en condenar a Cuba si la presión mediática pone en peligro su imagen política?
Ya Cuba lo dijo una vez: podemos enviarles a todos los mercenarios y sus familias, pero que nos devuelvan a nuestros Héroes. Nunca podrá usarse el chantaje político contra la Revolución cubana.
Esperamos que los adversarios imperiales sepan que nuestra Patria no podrá ser jamás intimidada, doblegada, ni apartada de su heroico y digno camino por las agresiones, la mentira y la infamia.
¡Hasta la victoria, siempre. Patria o muerte, venceremos! Viva por siempre Cuba Socialista!