Por Felix Jacinto Bretón
Era a media mañana, y le dije: Domingo, vamos a la José Contreras con Cristóbal de Llerena. ¿Por qué lado más o menos?, me inquirió. Le respondí: Por los alrededores de la Universidad Autónoma.
Hacia allá enfilamos. En el trayecto hicimos una breve parada para cortar unas flores ya que por más que buscamos, no encontramos una floristería. Prácticamente nos las “robamos” ya que ni permiso pedimos al dueño o a la dueña. El fin, sin embargo, justifica los medios.
Esas flores no eran para otro que para Luis Orlando Martínez Howley, a propósito de cumplirse este martes 17 de marzo 34 años de su asesinato cruel y cobarde. No quise regresar a Santiago sin pasar por el Monumento que honra su memoria para rendirle ese modesto y sencillo homenaje.
Las que le coloqué quizás no eran las flores adecuadas ni las que él se merece, ya que todo un jardín significaría poca cosa comparado con sus grandes aportes al país, pero no era nada apoteósico ni concebido previamente. Fue algo que se me ocurrió sobre la marcha buscando el tema de la Trinchera del sábado.
Por lo menos, sentí que cumplí con un deber porque Orlando Martínez cayó en defensa de la justicia y la verdad, en defensa por el respeto de los derechos humanos, la vida, la tierra para los campesinos…
Orlando dedicó su militancia revolucionaria, sus valiosos escritos y su ejercicio periodístico, a enfrentar -con un despliegue de valor admirable- la represión, las torturas, las injusticias sociales, el saqueo de las corporaciones extranjeras, la perversidad política, el entreguismo al poder imperialista de los EEUU, el terrorismo de Estado aquí y mas allá de nuestras fronteras; defendiendo siempre a los (as) explotados (as), desposeídos (as), excluidos (as), reprimidos (as) y discriminados.
De ahí que a 34 años de su desaparición, este 17 de marzo, su ejemplo y su pensamiento se agigantan sin importar la degeneración en que está sumida la sociedad de la que, lamentablemente, no escapa la clase periodística.
La muerte, dijo el apóstol cubano José Marti, no debe ser penosa para los que han vivido bien ni para los que les conocían de cerca las virtudes. Morir no es más que seguir de viaje. La muerte, además, no se conquista sino con la vida.
Orlando, como la muerte de un justo es una fiesta en que la tierra toda se sienta a ver como se abre el cielo, desde allá, desde el infinito, en el lugar donde te encuentras, tu alumbra el camino a trillar con tu ejemplo y rebeldía. No te olvidaremos nunca ¡Te lo prometemos camarada!
Y ahora es mayor la obligación porque ya hay sangre….como dijo Marti.
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