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“El miedo presupone la anulación de toda esperanza”.
Esa es la realidad que vive hoy el pueblo Dominicano, cuando han comenzado a colapsar instituciones fundamentales para mantener la anhelada paz ciudadana. No existe un hijo de esta tierra que abandone el hogar sin la preocupación generada por la delincuencia cada vez mayor. A veces quisiéramos reducir el carro como una sombrilla, y colocarlo bajo el brazo, porque de regreso nadie puede adivinar qué ha pasado, tal vez la afrenta más cómoda sería que le violen los llavines y saqueen su interior como le han hecho al suscrito en dos oportunidades. Otros han perdido su medio de transporte de manera tan fácil y sin castigo para los ladrones civiles y militares que ya “jartan”.
¿Qué explicación podemos darles a nuestros hijos de este extraño fenómeno que afecta toda la geografía nacional? ¿Porqué ésta desgracia abarca hasta los campos más apartados del país? Ya no es posible llegar al rancho donde nacimos con la misma ingenuidad de antes.
El consumo y tráfico de drogas igualó pueblos y campos en la degeneración social. Conocemos situaciones en estos últimos que un descuido permitió el robo de los calderos por parte de vecinos fácil de identificar, pero hemos perdido la esperanza de merecer justicia. Copiando un Código Procesal Penal que no tiene ninguna afinidad con la idiosincrasia del pueblo Dominicano, y esto en lugar de proteger a las víctimas, quienes han sacado ventajas son los imputados (delincuentes), porque ahora pueden estar ejerciendo su oficio aunque tengan varios expedientes abierto en diferentes tribunales. En la histórica carta que don Américo Lugo, envió a Rafael Leonidas Trujillo, el día 13 de Febrero de 1936, el autor de “Eliotropo”, afirma “Las disposiciones legislativas de un pueblo, aunque sean científicas, son perturbadoras cuando no responden a sus necesidades, a su situación, opiniones y creencias”.
Después que la nación se enteró del atraco a la empresa Parmalat, el miedo ha sido colectivo. Nos resistimos a creer que en tan poco tiempo podíamos recibir otro golpe equiparable al de Paya, Baní, donde hombres al servicio de la patria fueron motivo de escándalo público, traicionando sus instituciones.
Las imputaciones hechas por el congresista fueron comprobadas paulatinamente, hubo figuras del más alto nivel que quisieron amedrentar al Sr. Guerrero, pero este nunca renunció a beber la cicuta socrática. Sin embargo la población no vio que esos funcionarios de primera línea fueran amonestados por contradecir al que verdaderamente estaba dando la cara para corregir la putrefacción que nos amenaza.
Visto el cúmulo de infracciones, con el auspicio de las fuerzas armadas y la policía nacional, y ahora miembros del Ministerio Publico que también entran al festival de hechos reprochables. La inseguridad adquiere la categoría de pánico y nos induce a pensar que el gobierno perdió la batalla, porque el Estado no tiene instituciones creíbles, volvamos a ver los casos de: Bani, Bonao, Puerto Plata, Parmalat y fiscales presos. ¿?.