Más de cincuenta años sin cesar su lucha por la redención del pueblo
Escrito por: FIDELIO DESPRADEL
El acto conmovió las fibras más sensibles de mi ser. Un grupo de revolucionarios, y su ejemplar esposa, aunamos nuestros esfuerzos para realizar un acto único dentro del ámbito revolucionario del país.
Rendir homenaje, en vida, a un revolucionario de toda la vida, desde los tempranos días de 1960, cuando apenas contaba con veinte o veinte y dos años hasta el día de hoy: Iván Rodríguez.
Homenaje para reafirmar compromisos, reforzar vientos unitarios, y principalmente, resaltar valores que hoy están presentes en millones de dominicanas y dominicanos, en el silencio de sus corazones, aplastados por una avalancha de antivalores promovidos, alimentados y potenciados desde todas las cúpulas dominantes del país (las sociales-económicas, las políticas y las eclesiales), y por todo el ejército de comunicadores e intelectuales orgánicos a su servicio, como arma principal para mantener y reproducir su poder.
Hombres de la estirpe de Iván Rodríguez aparecen, ante la contracultura promovida desde el poder, con sus ecos en la juventud y en los “triunfadores”, como seres del paleolítico, en proceso de extinción definitiva y sin ninguna influencia en la sociedad.
Desde que las tropas norteamericanas introdujeron la droga en el país, en 1965, y aplastaron el último grito libertario del pueblo dominicano.
Las referidas cúpulas se han empeñado, a través de sus sucesivos gobiernos, en alentar por todos los medios el consumismo, el individualismo y el mercenarismo al interior de las nuevas generaciones, hasta el punto de que la otra sociedad, la seria, la abrumadoramente mayoritaria, la reserva del país, aparece impotente, incapaz de ponerse de pie.
Ellos, y sus socios extranjeros, son los dueños de todas las riquezas del país y de la parte principal de las nuevas riquezas producidas con el trabajo de todos los dominicanos y dominicanas.
Dominan los tres poderes del Estado; son dueños absolutos del grueso de los medios de comunicación; masifican y convierten en “sentido común” sus antivalores.
Universalizar la salud, la seguridad social y la educación; defensa y desarrollo del aparato productivo nacional; soberanía alimentaria de la Nación, y el provecho, para el bienestar de todos los dominicanos y dominicanas, de las riquezas naturales del país, incluyendo las mineras, no son más que armas para su demagogia.
Su práctica es la antítesis de este programa democrático.
Pero en medio de esta orgía suicida, aparecen todos y todas los Iván Rodríguez, que aprenden en carne propia, que mientras prevalezcan estas tres cúpulas, nuestro país seguirá de mal en peor.
Y que es necesario señalarlos con meridiana claridad como los blancos a vencer, para abrir nuevos horizontes a la sociedad dominicana.
Y a todos los padres: ¿Qué prefieren: Un hijo o hija atrapado por los antivalores de esta sociedad o uno que sea, al decir de Juan Pablo Duarte.
Un dominicano ejemplar, como Iván?
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