sábado, 24 de enero de 2009

ALFONSO TORRES ULLOA DISERTA SOBRE JUAN PABLO DUARTE


En la comunidad de Licey Al Medio, Santiago, dictó una conferencia el poeta Alfonso Torres Ulloa sobre el pensamiento vivo del patrricio Juan Pablo Duarte y el papel de la jeventud.
En el Liceo Municipal se llevó a efecto la conferencia con un centenar de jóvenes de secundaria, coordinado por el FELABEL, en un acto sencillo pero significativo, donde el Secretario General del grupo estudiantil, Enmanuel Bretón dio las palabras de bienvenida a los estudiantes y agradeció al disertante su esfuerzo por llegar desde Santo Domingo a compartir las ideas del patricio con jóvenes estudiantes de la comunidad de Licey Al Medio.
La presentación del conferencista estuvo a cargo del periodista Félix Jacinto Bretón, quien ponderó la vida intelectual y política del mismo.
Por su parte, Claudio Tavárez Belliard, en nombre de la Campaña de Solidaridad con Cuba estuvo presente en el acto y al final del mismo sostuvo un conversatorio sobre la educación en Cuba con decenas de estudiantes que se interesaron por el tema.
Alfonso Torres Ulloa sostuvo un interesante intercambio sobre la ética del patricio y su consagración absoluta a los asuntos de la patria, constituyendo el mejor ejemplo de honradez y civismo para la juventud dominicana. Dijo el conferencista que en esa juventud descansa el porvenir de la patria y que los asuntos serios de la nación no son cosas de los mayores exclusivamente, sino que Duarte siendo apenas un adolescente, igual que ustedes, asumió el gran reto de construir una nación.
Compartimos un resumen de las ideas expuestas por Alfonso Torres Ulloa en su disertación:
¡Vivir sin patria, es lo mismo que vivir sin honor!
Juan Pablo Duarte.


Es la máxima sentencia del Padre de la Patria. Todos la coreamos en la infancia, en la vida escolar, es un grito redentor en los actos oficiales de febrero, sin embargo se ha quedado como parte del folclor criollo y no se asienta en la conciencia ciudadana que nos lleve a la acción responsable.

Y no se trata de un pensamiento aislado del Apóstol, sino que es parte de su pensamiento vivo, actual y necesario.
Juan Pablo Duarte es el fundador de la República Dominicana, nació en la ciudad de Santo Domingo el 26 de Enero del año 1813. Es el período de la llamada España Boba y ocho años después el Dr. José Núñez de Cáceres proclamaría la Independencia Nacional, conocida como la Independencia Efímera, por lo breve, dada la ocupación del territorio de la parte oriental de la Isla de Santo Domingo por parte del ejército haitiano. Ciertamente no llegamos a organizarnos como nación ni a estructurar las instituciones autónomas necesarias para darle vida al Estado. Es un capítulo de nuestra historia que espera por su estudio sopesado y desentrañar del mismo las mejores lecciones para las generaciones presentes y futuras.


Las condiciones humanas, morales, éticas y su propia formación de hogar e intelectuales de Juan Pablo tienen sus raíces en la conjugación de las virtudes de sus padres y tíos maternos, así como de los amigos de los mismos, las cuales confluyen para moldear el carácter y la personalidad de quien sería con el tiempo el Padre de la Patria.

Todo lo cual, unido a sus estudios en Europa, terminan dotando a Juan Pablo de integridad, nobleza, entereza de carácter y del valor necesario para difundir sus ideas y trabajar en la construcción de la nación, en unas circunstancias tan difíciles, pues disentir de un ejército de ocupación en cualquier época y enfrentarlo constituye una obra mayor y se corren grandes riesgos, y Duarte los asumió frente a los conquistadores y en su momento le costó el ostracismo.

Hay quienes no les perdonan a Duarte el tiempo que vivió fuera del país, aquél destierro de 20 años, pues entienden que debió retornar a la patria y enfrentarse a Santana. Sin embargo, olvidan que su salida no es voluntaria, pesa sobre él orden de muerte si retorna, expulsan a su familia, queda sin recursos en el exilio, habita en la selva del Río Negro en las condiciones más difíciles. No comprenden la pureza de un ideal ni la fe de un hombre bueno que cree en los otros.

Olvidan que Santana se adueñó del país, que hizo del país un feudo personal y que cuando desterró a Duarte fue bajo la advertencia de que si pisaba suelo dominicano había orden de fusilamiento en el acto.

Olvidan que sus propios compañeros de la Trinitaria lo abandonan e incluso lo traicionan, salvo el caso de Pedro Alejandrino Pina y Juan Isidro Pérez que siguieron manifestándole amistad sincera, lealtad y voluntad de sacrificio, acompañándole en el exilio y dispuesto a correr todos los riesgos junto al Maestro.

Acaso es posible pedirle a Juan Pablo Duarte que en esas condiciones emprendiera acciones político-militares contra Santana y Bobadilla?

Eso, lógicamente, sería un suicidio físico y esencialmente político, pues no había la más mínima posibilidad de prosperar. En esas condiciones no era posible emprender acciones. Y en Duarte no hay preocupación por la muerte física, sino por la política y prefiere resignarse en un exilio difícil, pero necesario en aras de sus ideas y convicciones, esperando un mejor momento.

No hay que olvidar la condición de romántico de Duarte, que marcaba su accionar en el camino de su nacionalismo, pero entendió su realidad, su propio aislamiento o la soledad política en que quedó.

Pero siempre estuvo pendiente de la Santa Causa de su patria, jamás abjuró de su ideario; esperó el momento adecuado para servirla. Y no se iba a prestar a ser parte de las contradicciones internas en ese período azaroso de la vida republicana, estaba por encima de las intrigas.

Y esto me trae a un señalamiento de Andrés L. Mateo, que dice: “Nuestro paradigma apostólico, Juan Pablo Duarte, cuyas prístinas reflexiones liberales dieron fundamento al proceso de separación de Haití, se asemeja más, por su sacrificio, a un mártir del santoral cristiano que a un luchador por la Independencia armado de un conjunto de ideas. La verdadera fuerza del ideal duartista es su debilidad, la conciencia necesaria que cree en la viabilidad de la nación, sin ningún retroceso, y que la hace surgir de su propia desdicha”.

No hay que olvidar que era un ser humano, hombre de sentimientos y hoy no se le puede juzgar fuera de contexto.

Incluso es, quizás, el primer alfabetizador voluntario de América, pues en la selva del Río Negro, de Venezuela, se dedicó durante su ostracismo a tan noble tarea, lo que habla por si solo de la visión de éste humanista; y eso fue precisamente lo que hizo con los trinitarios, formar un círculo de estudios.

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