Conmemoramos hoy 28 de enero el 156 Aniversario del Natalicio de José Martí y Pérez, sin lugar a dudas, el más universal de los cubanos, nuestro Héroe Nacional y Apóstol de la Independencia, de la misma forma que celebramos el 50 Aniversario del Triunfo de la Revolución Cubana.
El Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz, en su histórico alegato de autodefensa “La Historia me Absolverá” expresaba: “Parecía que el Apóstol iba a morir en el año de su centenario, que su memoria se extinguiría para siempre, ¡tanta era la afrenta!. Pero vive, no ha muerto, su pueblo es rebelde, su pueblo es digno, su pueblo es fiel a su recuerdo; hay cubanos que han caído defendiendo sus doctrinas, hay jóvenes que en magnífico desagravio vinieron a morir junto a su tumba, a darle su sangre y su vida para que él siga viviendo en el alma de la patria. ¡Cuba, qué sería de ti si hubieras dejado morir a tu Apóstol!
En otro momento de su alegato destacaba: “Se prohibió que llegaran a mis manos los libros de Martí; parece que la censura de prisión los consideró demasiado subversivos. ¿O será porque yo dije que Martí era el autor intelectual del 26 de julio?. Traigo en el corazón las doctrinas del Maestro y en el pensamiento las nobles ideas de todos los que han defendido la libertad de los pueblos”.
Cuando rescatamos la dignidad pisoteada, cuando llevamos a vías de hecho el principio constitucional de que todos los seres humanos tienen los mismos derechos, cuando le decimos al pueblo lee, no cree, cuando posibilitamos que todos los ciudadanos tengan salud, educación, igualdad de oportunidades, cuando rescatamos nuestras riquezas nacionales, cuando llegó el Comandante y mandó a parar, como expresa la conocida copla de Carlos Puebla; en todas esas acciones ha estado presente la inspiración y la impronta del hombre de la Rosa Blanca. En toda esa obra de realizaciones sociales, están profundamente enraizados los valores de nuestra rica tradición histórica, con Martí a la cabeza.
El asalto al cuartel Moncada fracasó en el plano militar, por factores accidentales. Pero tuvo el valor histórico de devolver al pueblo su dignidad ultrajada y ofrecerle una esperanza, señalar el camino de la insurrección armada popular, anunciar que había surgido una nueva vanguardia capaz de realizar los mayores sacrificios. Las acciones del 26 de julio de 1953 constituyeron una derrota militar, pero significaron una extraordinaria victoria moral y política para el pueblo cubano.
Después vino el exilio en México, el regreso a la patria en el yate Granma el 2 de diciembre de 1956 con 82 hombres. Allí llegaron el ché, Camilo y Raúl. Se reiniciaba la lucha contra la tiranía, que culminaría con la victoria del primero de enero. Cuanta razón tenía el Comandante en Jefe al expresar el propio 8 de enero de 1959, que lo años futuros serían aún más difíciles.
En el fragor de la lucha en la construcción de la patria nueva y el enfrentamiento a la política de bloqueo y agresiones de las diferentes administraciones norteamericanas, se fue perfilando el embrión de nuestro actual partido, con la fusión de las diferentes organizaciones revolucionarias que participaron en la lucha, entre ellas el viejo partido comunista. En ese proceso, recibimos también las enseñanzas martianas que en el año 1892 había constituido el Partido Revolucionario Cubano para dirigir la lucha por la independencia. Nuestro Partido es la síntesis del deseo y la voluntad de nuestro pueblo y tiene una profunda raíz histórica.
Queridos amigos, los filibusteros de la palabra, han realizado grandes esfuerzos por tergiversar las fuertes motivaciones políticas de los jóvenes del Moncada y del pueblo que hizo la Revolución. Fidel decía en “La Historia me Absolverá”: “Cuando hablamos de pueblo no entendemos por tal a los sectores acomodados y conservadores de la nación, a los que viene bien cualquier régimen de opresión, cualquier dictadura, cualquier despotismo, postrándose ante el amo de turno hasta romperse la frente contra el suelo. Entendemos por pueblo, cuando hablamos de lucha, la gran masa irredenta, a la que todos ofrecen y a la que todos engañan y traicionan, la que anhela una patria mejor y más digna y más justa; la que está movida por ansias ancestrales de justicia por haber padecido la injusticia y la burla generación tras generación, la que ansía grandes y sabias transformaciones. La primera condición de la sinceridad y de la buena fe en un propósito, es hacer precisamente lo que nadie hace, es decir, hablar con entera claridad y sin miedo. Los demagogos y los políticos de profesión quieren obrar el milagro de estar bien en todo y con todos. Engañando necesariamente a todos en todo. Los revolucionarios han de proclamar sus ideas valientemente, definir sus principios y expresar sus intenciones para que nadie se engañe, ni amigos ni enemigos”.
Continuaba el líder de la Revolución: “Nosotros llamamos pueblo si de lucha se trata, a los 600 mil cubanos que están sin trabajo, a los 500 mil obreros del campo que habitan en los bohíos miserables, que trabajan cuatro meses al año y pasan hambre el resto compartiendo con sus hijos la miseria, que no tienen una pulgada de tierra para sembrar y cuya existencia debiera mover más a compasión si no hubiera tantos corazones de piedra, a los 400 mil obreros y braceros cuya vida es el trabajo perenne y cuyo descanso es la tumba; a los 100 mil agricultores pequeños que viven y mueren trabajando una tierra que no es suya, contemplándola siempre como Moisés a la tierra prometida, para morirse sin llegar a poseerla; a los 30 mil maestros y profesores que tan mal se les trata y se les paga y a los 10 mil profesionales en un callejón sin salida y sin la más mínima esperanza.
Al triunfo de la Revolución, el 85% de los pequeños agricultores cubanos estaba pagando renta y más de la mitad de las mejores tierras cultivadas estaban en manos extranjeras; había 200 mil bohíos y chozas; 400 mil familias del campo y la ciudad vivían hacinadas en barracones, cuarterías y solares; dos millones 200 mil personas pagaban alquileres; 2 millones 800 mil personas de la población rural y suburbana carecía de energía eléctrica. El noventa porciento de los niños del campo estaba devorado por parásitos introducidos desde la tierra por las uñas de los pies descalzos. Toda esa realidad en una población de escasos seis millones de habitantes.
Cuando fríamente analizamos todos esos datos de la realidad de nuestro país, herencia de la República neocolonial, valoramos en toda su dimensión la gigantesca obra de la Revolución, cuyo principal mérito es haber recuperado la libertad y la dignidad del pueblo cubano. Ahí está el inmenso arsenal de ética y moral de la Revolución Cubana, con sus luces y sus sombras, como toda obra humana. Ustedes, firmes y decididos amigos cubanos, conocen bien toda la tinta que se ha regado para tratar de enlodar ese proyecto de justicia social. La ocasión es propicia para asegurar en este día en que recordamos a Martí que la Cuba Socialista es capaz de competir con cualquiera y en buena lid en los cacareados e hipócritas temas de la democracia y los derechos humanos. Siempre decimos democracia y derechos humanos para beneficiar a quién. Para los dirigentes y el pueblo cubano, ese asunto lo tenemos bien claro: para las grandes mayorías, que practicando la democracia participativa, dirigen los destinos de mi país.
Reciban queridos hermanos dominicanos un fraternal saludo en este día. Seguiremos trabajando por fortalecer nuestra Revolución y perfeccionar nuestro socialismo. A nombre de mi querido pueblo les extiendo un fuerte abrazo de agradecimiento, por la amistad y solidaridad que nos han dispensado a raudales. No los defraudaremos.
Viva el 50 Aniversario de la Revolución.
Gloría al recuerdo imperecedero de José Martí.
Vivan Fidel y Raúl.
Que se mantenga por los siglos siempre viva la histórica amistad entre los pueblos de República Dominicana y Cuba.
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