El triunfo del Movimiento Revolucionario 26 de Julio contra la dictadura de Batista, apoyada solidariamente por los gobiernos de varios presidentes de Estados Unidos de esa época, fue en aquel momento, en el orden histórico, el repique continental de gigantescas campanas cuyos sonidos transmitían las consignas de soberanía, independencia, libertad, democracia y reivindicaciones económicas y sociales no solamente para Cuba sino para todos los pueblos de Hispanoamérica. El triunfo del 1 de enero de 1959 promovió a partir de entonces un cambio profundo, sustancial, en el equilibrio de las fuerzas políticas de la región del Caribe y Centroamérica. Fue la República Dominicana el primer país en el cual influyeron los acontecimientos acaecidos en Cuba a partir de la fuga de Fulgencio Batista.
Apenas seis meses después, en junio de 1959, llegaron a territorio dominicano, por la vía aérea en Constanza y por la marítima a las playas de Maimón y Estero Hondo, en Puerto Plata, los integrantes de la Heroica Legión de dominicanos acompañados de cubanos, venezolanos, portorriqueños, españoles y estadounidenses dispuestos a enfrentar, combatir y derrocar a la agresiva y feroz dictadura de Rafael Trujillo Molina. Aunque en el terreno militar los expedicionarios fueron derrotados e inmisericordemente aniquilados y fusilados, fue a partir de ese momento que la dictadura entró en su etapa final. El develamiento, más tarde, del Movimiento Clandestino 14 de Junio; el asilamiento en las embajadas de países hispanoamericanos de docenas de jóvenes antitrujillistas a partir de enero de 1960; el asesinato de las Hermanas Mirabal y el ajusticiamiento de Trujillo el 30 de mayo de 1961, fueron consecuencias directas del triunfo de la revolución cubana y de las expediciones de junio de 1959.
Mucha agua ha pasado debajo del puente desde aquel momento luminoso de la historia contemporánea de los pueblos americanos y no obstante, por encima de la agresión de los gobiernos de Estados Unidos contra Cuba, el movimiento y clarinada que significó aquel episodio está vigente bajo la inspiración incuestionable de Fidel Castro Ruz y de la inmensa mayoría del pueblo beneficiario de las conquistas sociales, de salud, educación y disciplina que le ha aportado el gobierno que dirige los destinos del hermano pueblo cubano. Hablan las estadísticas de organismos internacionales que merecen credibilidad y que no es necesario señalar por sus nombres:
La revolución ejecutó una apreciable reforma agraria y llevó salud y atención médica a todo el territorio nacional; erradicó totalmente el analfabetismo de un 40% de sus habitantes desde 1959. Contrario a lo que sucede en la mayoría de los países hispanoamericanos y del mundo tienen los cubanos el índice de salud de primera categoría de mortalidad infantil con un 5.3 por 1,000 nacidos vivos; igual en América a la de Canadá e inferior a la de Estados Unidos de América, con esperanza de vida de 77 años; y a estas conquistas objetivas, palpables, indiscutibles hay que agregar los descubrimientos científicos y la extraordinaria e inigualable educación deportiva que ha llevado a los atletas cubanos y a sus equipos de béisbol, voleibol y basquetbol a conquistar campeonatos mundiales compitiendo con las naciones más ricas, desarrolladas y poderosas.
José Martí, El Apóstol, torrente de patriotismo inigualable, dijo una vez en uno de sus célebres discursos: “Cuba y Santo Domingo son/ una cadena de unión/ cuyo primer eslabón/ lo forjó Hatuey/ con su sangre”. Máximo Gómez, el gran maestro guerrillero de América y expresión auténtica del pueblo dominicano, fue el broche magnífico, irrompible, que cerró esa cadena eterna. ¡Saludos fraternales al pueblo cubano!; a Fidel Castro Ruz, símbolo y ejemplo para los pueblos; y a Raúl Castro, presidente del pueblo hermano, al que agradecen los dominicanos la solidaridad y el sacrificio que han demostrado siempre de manera abierta, militante y profunda en los 50 años que han transcurrido desde el 1 de enero de 1959.
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