lunes, 21 de enero de 2008

JOSE MARTI, EN OTRO 28 DE ENERO


Por Alfonso Torres Ulloa

Decir Martí es decir Cuba. Pero es también decir Monte Cristi. En República Dominicana lo sentimos como nuestro y ciertamente es nuestro. El siempre sintió esta patria como la segunda suya. Y esto con sobradas razones: aquí estaba Gómez y Don Federico Henríquez y Carvajal. Y una élite política e intelectual que se identificó con su causa y la de Cuba.

Es el más universal de los antillanos.

Martí cae en combate el 19 de mayo del 1895 y es justo cuando nace para la eternidad. Martí presenta varias facetas: Poeta, Ensayista, Político, pero todas ellas se reúnen en una sola: Humanista.

José Julián Martí Pérez nació en La Habana, el 28 de enero de 1853. Hijo de padres españoles, Mariano Martí Navarro y de Leonor Pérez Cabrera. Su porte era pequeño, como el de las islas y pero “su estatura intelectual y humana, que fue la masa que formó su hombradía, era continental, con galanura de universo”.

José Martí por ascendencia era español y amó a España, pero nació en Cuba y culturalmente era cubano, desde muy jovencito se abrazó a las letras y a las ideas humanistas, su rechazo a la esclavitud lo lleva a enfrentar a España. El no quiso la guerra frente a España, simplemente no quería la esclavitud.

La irracionalidad de España y lo férreo del sistema esclavista español en Cuba, lo llevó a enfrentarse con ella. Siendo muy joven vivió las escenas de la Guerra Larga por la independencia de Cuba y se identifica con ella, pues la guerra inicia en el año de 1868 y en el 1869 es hecho prisionero y enviado con grillos a España. Con apenas 16 años tuvo que conocer la dureza de la cárcel y en condiciones humillantes, mas eso no lo doblegó, al contrario lo elevó en su moral patriótica y en la necesidad de la lucha contra la esclavitud y el colonialismo.

En la necesaria reverencia a Martí, en el marco del 111 aniversario de su muerte, es justo reivindicar su pensamiento como el hombre íntegro y visionario que fue en nuestra América. A los dominicanos nos toca de cerca el pensamiento martiano porque sus vínculos con nuestra tierra son eternos, pues estando aquí escribió páginas trascendentes.

Con nosotros queda no sólo el Manifiesto de Monte Cristi, que constituye la carta fundamental para la independencia de Cuba; está, además, la carta a Federico Henríquez y Carvajal, en la que dice: “Escasos, como los montes, son los hombres que saben mirar desde ellos, y sienten con entrañas de nación, o de humanidad. Y queda, después de cambiar manos con uno de ellos, la interior limpieza que debe quedar después de ganar, en causa justa, una buena batalla. De la preocupación real de mi espíritu, porque Vd. me la adivina entera, no le hablo de propósito: escribo, conmovido, en el silencio de un hogar que por el bien de mi patria va a quedar, hoy mismo acaso, abandonado”. Y se refiere al hogar de Máximo Gómez.

Y Martí con una honestidad a toda prueba, fiel a sus prédicas, señala en ésta carta su sello con la eternidad: “Lo menos que, en agradecimiento de esa virtud puedo yo hacer, puesto que así más ligo quebranto deberes, es encarar la muerte, si nos espera en la tierra o en la mar, en compañía del que, por la obra de mis manos, y el respeto de la propia suya, y la pasión del alma común de nuestras tierras, sale de su casa enamorada y feliz a pisar, con una mano de valientes, la patria cuajada de enemigos. De vergüenza me iba muriendo, -aparte de la convicción mía de que mi presencia hoy en Cuba es tan útil por lo menos como afuera, -cuando creí que en tamaño riesgo pudiera llegar a convencerme de que era mi obligación dejarlo ir solo, y de que un pueblo se deja servir, sin cierto desdén y despego, de quien predicó la necesidad de morir y no empezó por poner en riesgo su vida”.

Esta Carta es conocida como su Testamento Político, por su trascendencia filosófica, política y su visión de las Antillas, en ella Martí dice: “Para mí la patria, no será nunca triunfo, sino agonía y deber. Ya arde la sangre. Ahora hay que dar respeto y sentido humano y amable, al sacrificio; hay que hacer viable, e inexpugnable, la guerra; si ella me manda, conforme a mi deseo único, quedarme, me quedo en ella; si se manda, clavándome el alma, irme lejos de los que mueren como yo sabría morir, también tendré ese valor. Quien piensa en sí, no ama a la patria: y está el mal de los pueblos, por más que a veces se lo disimulen sutilmente, en los estorbos o prisas que el interés de sus representantes ponen al curso natural de los sucesos”.

En esta carta, como en todo escrito del prócer, hay poesía, ternura, energía, visión de lejanía, de futuro y, por supuesto, entrega: “De mí espere la deposición absoluta y continua. Yo alzaré el mundo. Pero mi único deseo sería pegarme allí, al último tronco, al último peleador: morir callado. Para mí, ya es hora. Pero aún puedo servir a este único corazón de nuestras repúblicas. Las Antillas libres salvarán la independencia de nuestra América...”.

Martí, para dejar sentado sus vínculos con nuestro país, dice: “De Santo Domingo ¿por qué le he de hablar? ¿Es eso cosa distinta de Cuba? ¿Vd. no es cubano, y hay quien lo sea mejor que Vd.? ¿Y Gómez, no es cubano? ¿Y yo, qué soy, y quién me fija suelo? ¿No fue mía, y orgullo mío, el alma que me envolvió, y alrededor mío palpitó, a la voz de Vd. , en la noche inolvidable y viril de la Sociedad de Amigos? Esto es aquello, y va con aquello. Yo obedezco, y aun diré que acato como superior dispensación, y como ley americana, la necesidad feliz de partir, al amparo de Santo Domingo, para la guerra de libertad de Cuba”.

Escribe Martí en Monte Cristi, el 25 de marzo de 1895, una carta a su madre en la que dice: “El deber de un hombre está allí donde es más útil. Pero conmigo va siempre, en mi creciente y necesaria agonía, el recuerdo de mi madre...” Para luego agregar: “...bendígame, y crea que jamás saldrá de mí corazón obra sin piedad y sin limpieza”.

José Martí es tan nuestro como Gómez, ellos no son de nadie en particular, constituyen un patrimonio de la humanidad; es más, Cuba sabe que Martí no le pertenece, pues tiene conciencia de que es un valor trascendente de la humanidad. Con razón nuestro poeta nacional, Don Pedro Mir, dice: “La poesía de Martí no ha de buscarse en su poesía. Sino en Martí. Ha de buscarse en todo lo que toca, incluyendo la poesía”.

Mir, refiriéndose a Martí, dice: “Es el eco de los pueblos. A nadie se le ocurra pensar que Martí es un virtuoso de la palabra. Martí es aquella copa del más fino cristal que resuena al más leve roce de todas las copas del mundo. En sus palabras hay siempre un arrastre popular. Su poesía, no pocas veces dedicada a los niños, va siempre dirigida a los hombres. A las grandes luchas de los pequeños hombres. Y, si resulta que la última parte de su Diario condensa toda la poesía de Martí, y en definitiva toda la poesía de la humanidad, es porque en ese último instante cuaja en él la más profunda de las contradicciones históricas: la contradicción del poder”.

Pedro Mir, el dominicano del sentir más hondo, filósofo, poeta extraordinario y alma pura, ahondó en la poética martiana y nos dice, cuando refiere el último texto escrito por Martí minutos antes de caer en la confluencia del Contramaestre y el Cauto: “Y al escribir estas palabras, toda la poesía de la humanidad ha debido sentir un estremecimiento cósmico. Allí en aquél estribo caería para siempre Martí. ... la palabra poética lleva por dentro la lógica de los pueblos. El decir no está en las palabras sino en el aliento íntimo del pueblo, en el destello que brota de los significados ausentes. Lo que arde en la poesía martiana es esta lengua popular, esta sofocación del destino donde se juega la suerte de los pueblos. Y está claro este poema hermoso que es la vida de Martí, tiene que concluir en Dos Ríos. Sólo así podría salvarse el espíritu de la Revolución”.

Martí deviene en el alma del ser cubano, es su símbolo y guía. Es la mejor expresión de la unidad de los cubanos. E, incluso es la chispa inspiradora de la revolución cubana y sigue siendo el pensamiento suyo quien traza las orientaciones de aquél proceso original y único. Sin menoscabo de la genialidad de Fidel, este bebe diariamente en la fuente inagotable que es Martí.

De ahí que cuando Fidel se defiende por lo del Asalto al Cuartel Moncada señala que el autor intelectual de la acción es José Martí. Y todo el proceso ha sido guiado con el pensamiento martiano, incluyendo la actual batalla de ideas, no es original de Fidel, sino de Martí, cuando dijo: “Trincheras de ideas valen más que trincheras de piedras”. Es que Martí trabajó las ideas con una profundidad como nadie lo había hecho ni lo ha hecho aún en el continente, y dice Martí: “Una idea enérgica, flameada a tiempo ante el mundo, para, como la bandera mística del juicio final, a un escuadrón de acorazados”. Y es esa línea de pensamiento que guía en estos días la revolución cubana.

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